Desde principios del Siglo XX se conoce la utilidad del cobre como nutriente importante en el metabolismo de la hemoglobina.
La hemoglobina es una proteína de la sangre compuesta por cuatro cadenas de globina, que contiene numerosos aminoácidos y el grupo hemo compuesto por pirroles en cuyo centro se encuentra un átomo de hierro. Una molécula de hemoglobina puede combinarse con hasta cuatro moléculas de oxígeno, una por cada molécula de hierro.
Esto convierte a la hemoglobina en un agente esencial para la movilización del oxígeno en todo el cuerpo. Y el metabolismo del cobre y el hierro en el organismo están por tanto relacionados, a través de su relación con la hemoglobina y el transporte de oxígeno en el cuerpo.
De hecho una de las primeras correlaciones encontradas con bajos niveles de cobre es la anemia. Esto se debe a que bajos niveles de cobre afecta negativamente a la absorción del hierro y reduce la síntesis de hemes, incrementando además la acumulación de hierro en los tejidos.
Problemas derivados de la mala absorción de cobre y hierro
Hemosiderosis
Este hierro almacenado no será biodisponible y se puede por tanto considerar como tóxico. Esta condición se conoce como hemosiderosis y lleva asociadas distorsiones en la reutilización del hierro presente en la hemoglobina, contribuyendo a su vez al deterioro general de la salud.
La hemosiderosis puede desembocar en problemas graves en el pulmón como hemorragias pulmonares o hipertensión crónica pulmonar. Otro órgano que tiende a sufrir con este desequilibrio son los riñones.
Hematocromatosis
Otra consecuencia de estos desarreglos, la homosiderosis puede desembocar a hematocromatosis. Un cuadro clínico que la medicina considera hereditario y que tiene como raíz del problema la acumulación de hierro en los tejidos. Se estima que el 70% de las personas tienen los genes mutados de la hematocromatosis. Pero no todos los que tienen dicha mutación desarrollan el cuadro hematocromático. Por lo que se deduce que con un equilibrio bioquímico correcto la patología puede desaparecer.
El almacenamiento de hierro en los tejidos es especialmente problemático en hígado, corazón y páncreas. Si no se corrige, esta acumulación prolongada puede provocar daños en estos órganos.
De hecho existe una clara correlación entre problemas coronarios y niveles anómalos de hierro. Es muy común encontrar a personas de mediana edad, sobre todo varones, con desarreglos de hierro. Las mujeres tienden a liberar más hierro tóxico durante sus ciclos menstruales, y atrasan la detección del problema hasta la menopausia, donde comienzan a darse los síntomas de desarreglos de hierro.
Anemia
Existen varios tipos de anemia. La primera, pero no necesariamente la más común, es la anemia derivada de unos bajos niveles de hierro en el cuerpo. Esto provoca que no se pueda disponer de un número adecuado de glóbulos rojos sanos. Esto suele deberse a una dieta con bajo nivel de hierro o con una dificultad de este organismo para sintetizarlo.
Otro tipo de anemia es la conocida como anemia por inflamación, considerada crónica y que está relacionada con el almacenamiento de hierro en el cuerpo pero con una liberación reducida de este mineral a la médula osea. En estos casos los niveles de hierro son altos, pero no está disponible para formar glóbulos rojos sanos.
La detección de los niveles anómalos del hierro suele ser vía analíticas de sangre periódicas. Pero el tratamiento suele ir encaminado a corregir directamente dichos niveles.
De forma que en un paciente con niveles altos de hierro se buscará reducir los niveles de hierro y quien presente anemia se le recomendará suplementar este mineral. Pero en realidad quien presenta niveles altos de hierro puede estar ocultando otros problemas. Ese hierro circulando por la sangre puede ser de baja biodisponibilidad, o tóxico. El cuerpo lo mueve buscando tejidos donde almacenarlo, pero no puede emplearlo en el metabolismo de la hemoglobina.
Es decir una persona con niveles altos de hierro en sangre puede en realidad tener, además, anemia. Este tipo de anemia provoca además una inflamación de los tejidos, convirtiéndolo en incluso más peligroso que un cuadro de anemia clásico.
La observación del paciente puede ser crítica para determinar cuando unos altos niveles de hierro pueden estar acompañados de un cuadro de anemia inflamatoria. Ésto puede comprobarse analizando el color del interior del párpado y el color general de la piel, que en el caso de las personas anémicas es fácilmente reconocible por una palidez general y una falta de color en las mejillas y vitalidad en general.
Otros síntomas que delatan la presencia de anemia, incluso con niveles altos de hierro, son el cansancio general, la propensión a hematomas y hormigueos en las extremidades.
Artritis Reumatoide
Otro problema muy recurrente derivado de la acumulación de hierro en los tejidos es la artritis reumatoide. Este cuadro aparece cuando altos niveles de hierro se acumulan en las articulaciones.
El cuadro inflamatorio de la artritis reumatoide suele tratarse de forma directa, intentando reducir la inflamación. La suplementación de hierro y cobre pueden contribuir a mejorar el estado inflamatorio y reducir los síntomas de forma poco agresiva.
Infecciones bacterianas
Las bacterias necesitan el hierro para proliferar. Por ello en cuadros infecciosos bacterianos este mineral será secuestrado en los tejidos y reducirá sus niveles serológicos, llegando en menos cantidad a la médula ósea y reduciendo el volumen de glóbulos rojos disponibles.
Por otra parte el nivel de cobre en el suero subirá, para mejorar la capacidad del organismo de luchar contra la infección.
Sin embargo lo contrario sucede cuando hay un cuadro de infección crónica. En este escenario el nivel de cobre será bajo y el nivel de hierro alto. Este indicador es muy poderoso para conseguir detectar cuál puede ser la raíz principal del problema. Es muy común que la causa de esta infección crónica o continuada provenga de los dientes. Sobre todo por endodoncias con infiltraciones o en mal estado así como implantes con infecciones gingivales recurrentes.
Al eliminar estas infecciones recurrentes los niveles de hierro cobre tenderán a equilibrarse. Por lo que ambos minerales se convierten en un indicador muy poderoso para descubrir problemas de salud latentes de difícil detección.
Infecciones víricas
Al contrario que en las infecciones bacterianas, cuando sucede una infección vírica, los niveles de cobre serán elevados. En este caso los suplementos que eviten la acumulación de cobre en los tejidos contribuirán a mejorar el cuadro infeccioso. Sobre todo la suplementación de vitamina C y Zinc serán útiles en este tipo de infecciones.
Infecciones fúngicas
Niveles altos de cobre también pueden deberse a infecciones por hongos. Al igual que en el caso de los virus, en estos cuadros, la suplementación con minerales y vitaminas que impidan la acumulación de cobre en los tejidos puede ayudar a combatir la infección. Así por ejemplo una infección por cándida albicans puede beneficiarse de suplementación con zinc durante un periodo de una semana.
No debe en todo caso considerarse el cobre como la causa del problema, si no como un indicador de que el problema está ahí. No deben buscar alterarse de forma anómala los niveles de cobre a largo plazo en estos casos de infecciones.
Suplementación de cobre
La suplementación del cobre es esencial para conseguir corregir los niveles de hierro en patologías como las comentadas anteriormente.
Una persona saludable, siguiendo una dieta equilibrada debería conseguir mantener sus niveles de hierro y cobre en buenos niveles y proporciones. Sin embargo la forma de vida actual, con estrés, sedentarismo y los malos hábitos alimentarios combinados con factores hereditarios conduce normalmente a desarreglos en estos minerales sobre todo a partir de los 40 años en hombres y 50 en mujeres.
La suplementación con cobre es considerada segura y no provoca por sí misma desarreglos ni problemas colaterales. El organismo absorbe correctamente el cobre y excreta su forma tóxica cuando la bioquímica del cuerpo es correcta.
Debe eso sí tenerse en cuenta los cofactores de dicho mineral ya que suplementar cobre puede provocar problemas en los niveles de otros minerales y vitaminas esenciales y provocar con ello otros desajustes no pretendidos.
Otros efectos positivos de la suplementación de cobre es la contribución a la mejora de los niveles de sodio y potasio en el organismo. Esto afectará directamente en los niveles de vitalidad mediante el equilibrio electrolítico del organismo.
Cofactores del cobre
El principal cofactor del cobre es el zinc. Suplementar uno, lleva invariablemente a alterar los niveles del otro. Normalmente será recomendable suplementar ambos en la proporción correcta. De forma que el organismo tenga la forma biodisponible de ambos.
La proporción ideal entre zinc y cobre oscila entre 8 y 15mg de zinc por cada miligramo de cobre.
La suplementación puntual de cobre, sin zinc, puede ser beneficiosa cuando los niveles de zinc son demasiado elevados.
El cobre es además antagonista de metales tóxicos como el mercurio, el plomo y el cadmio. Suplementando este mineral el organismo tendrá mejor disponibilidad para excretar estos metales pesados, contribuyendo a una mejora general de la salud.
Otro cofactor importante del cobre es el hierro. El metabolismo de ambos está íntimamente ligado, aunque en este caso (al contrario que con el zinc) no es necesario suplementar hierro siempre que se suplementa cobre. Los niveles de hierro pueden equilibrarse a largo plazo con una dieta adecuada y la suplementación de cobre. Un especialista será el encargado de analizar en qué casos el hierro puede ser necesario como terapia de choque en conjnunto con una suplementación adecuada del resto de minerales.